domingo, 23 de octubre de 2011

Tema 6: LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACIÓN DEL FUTURO.

Edgar Morin nos expone los saberes necesarios para la educación del futuro:




Capítulo I: “Las cegueras del conocimiento: El error y la ilusión”.

 Expone que la educación debe enseñar lo que es el conocimiento sus características cerebrales, mentales y culturales y que no hay conocimiento que no esté amenazado por el error y la ilusión.

En este capítulo nos expone ejemplos de errores mentales como los fantasmas y la capacidad que tiene el ser humano de poder seleccionar los recuerdos que les conviene y a borrar los que no. Errores intelectuales, nuestros sistemas de ideas no sólo están sujetos al error sino que también protegen los errores e ilusiones. Los errores de la razón, nos dice que lo que permite la distinción entre lo imaginario y lo real es la actividad racional de la mente.

El imprinting y la normalización hacen referencia a los paradigmas, las creencias, los mitos, la religión, todo esto es lo que nos marca en nuestra cultura desde el nacimiento.

Finalmente hace mención a la noología y a la posesión diciendo que las creencias y las ideas no sólo son productos de la mente sino que tienen vida y poder, ya que estas influyen en nuestra vida y en nuestro conocimiento. Una idea puede hacernos estar poseídos y llegar a morir.

Capítulo II: Los principios de unos conocimientos pertinentes.

La Educación del futuro está enfrentada a este problema universal y para lograr que un conocimiento sea pertinente deberá evidenciar el contexto, lo global, lo multidimensional y lo complejo. Morin parte de la idea de que la educación debe promover una inteligencia general apta para referirse de manera multidimensional a lo complejo, al contexto en una concepción global.

Blaise Pascal: “No se puede conocer las partes sin conocer el todo, ni el todo sin conocer las partes”.

La educación debe favorecer la aptitud natural de la mente para hacer y resolver preguntas esenciales y estimular el empleo total de la inteligencia general. En esta misión la educación del futuro debe utilizar los conocimientos existentes, superar las antinomias provocadas por el progreso de los conocimientos especializados a la vez que identificar la falsa racionalidad.


Capítulo III: Enseñar la condición humana.

Cada individuo posee una identidad que ha de ser respetada. Nuestra identidad individual asociada a nuestra identidad como especie y la identidad social conforman un trimonio propio de la realidad humana. La animalidad y la humanidad constituyen nuestra humana condición y por eso es necesario entender el proceso de la hominización. Existe una unidad humana y una diversidad humana al mismo tiempo. Por un lado la unidad de los rasgos biológicos del homo sapiens y por el otro una diversidad psicológica, cultural y social.

La condición humana debería ser objeto esencial de cualquier educación, ya que somos individuos, especie y sociedad al mismo tiempo.
Capítulo IV: Enseñar la identidad terrenal.

Nuestro destino planetario es una identidad clave, hasta ahora ignorada por la educación. Las sociedades viven aisladas olvidando que todos habitamos en el mismo terreno. Estamos acostumbrados a destruir nuestro planeta y a nosotros mismos porque no entendemos la condición humana ni tenemos una conciencia de interdependencia que nos ligue a nuestra tierra. Tendremos que señalar la complejidad de la crisis planetaria mostrando que todos los humanos viven en una misma comunidad de destino confrontados con los mismos problemas de vida y muerte. Como dice Morin “El mundo está cada vez más devastado por la incomprensión”.

Capítulo V: Enfrentar las incertidumbres.

En este capítulo expone que las ciencias nos han dado muchas certezas, pero también nos han revelado incertidumbre. La incertidumbre histórica, lo inesperado y la inestabilidad son irremediables en la historia humana. Es por eso que la educación del futuro debe volver sobre las incertidumbres ligadas al conocimiento ya que existe un principio de incertidumbre cerebro-mental, lógica, racional y psicológica.

Nuestra sinceridad no garantiza certidumbre, pues existen límites para el conocimiento. Hay que saber confiar en lo inesperado y saber trabajar para lo improbable. Morin dice que las acciones sólo son predecibles a corto plazo y que la ecología de la acción es una apuesta que reconoce riesgos y la estrategia permite modificar o anular cada acción emprendida.

El conocimiento es una aventura incierta que conlleva en sí mismo y permanentemente el riesgo de ilusión y error. El principio de incertidumbre proviene de la doble necesidad del riesgo y de la precaución.

Finalmente tenemos que considerar las dificultades de una estrategia con una finalidad compleja como la que indica el lema “libertad, igualdad, fraternidad”.



Capítulo VI: Enseñar la comprensión.

Morin nos muestra que comunicación no implica comprensión. Por eso la educación tiene que abordar la comprensión de manera directa y propone la posibilidad de mejorar la comprensión mediante la apertura empática hacia los demás y la tolerancia hacia las ideas y formas diferentes, en la medida en que no atente a la dignidad humana.


Morin resuelve este punto, afirmando que la comprensión alienta el establecimiento de sociedades democráticas, pues fuera de éstas no cabe la tolerancia ni la libertad para salir del círculo etnocéntrico. Concluye con que la educación del futuro deberá asumir un compromiso sin requiebres con la democracia, porque sólo en la democracia abierta se puede realizar la comprensión a escala planetaria entre pueblos y culturas.
Dada la importancia de la educación de la comprensión a todos los niveles educativos y en todas las edades el desarrollo de la comprensión necesita una reforma planetaria de las mentalidades de esta sociedad.
Capítulo VII: La ética del género humano.
La democracia y la política deben estar encaminadas a la solidaridad y a la igualdad. La ética no se enseña con lecciones de moral. Es la conciencia de que el humano es individuo y al mismo tiempo es parte una especie y de una sociedad. Morin retoma el bucle individuo-sociedad-especie como base para el establecimiento de una ética de futuro y confirma que en el bucle individuo-sociedad se origina el deber ético de enseñar la democracia como consenso y aceptación de reglas democráticas. Llevamos en cada uno de nosotros esta triple realidad. Todo desarrollo humano debe comprender el desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y la conciencia de pertenecer a la conciencia humana.
El bucle individuo-especie sustenta la necesidad de enseñar la ciudadanía terrestre; porque la humanidad ya no es una noción abstracta y distante, ya que se ha convertido en algo concreto y próximo que interactúa y tiene obligaciones planetarias.
La educación debe contribuir a una toma de conciencia de nuestra Tierra- Patria y también a que esta conciencia se traduzca en la voluntad de realizar la ciudadanía terrenal.

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